miércoles, 30 de enero de 2008

DE NUEVO CON EL TEMA DEL BUHO Y LA CALANDRIA

Quiero aclarar el origen del símbolo de estas dos entrañables aves: el Búho y la Calandria.
Como es archisabido, Hegel sostuvo que la filosofía aparece cuando una cultura ha madura y comienza a declinar. De allí su famosa frase: "El Búho de Minerva (la Filosofía) despliega sus alas al anochecer". Según ello, América no podría tener filosofía, por su novedad.
Muchos pensadores latinoamericanos han rumiado a fondo esta cuestión. Uno de ellos, casi seguro que es Arturo Roig, contrapuso la imagen de la calandria para el pensar americano, o iberoamericano. Estamos en el amanecer.

viernes, 25 de enero de 2008

Suspiro

El verde empieza a cubrir estas esqueléticas figuras arbóreas, la ritmada naturaleza me sigue maravillando con su continuo aparecer. Nosotros, corriendo en un tiempo ciego, signado por el monstruo de la pesadez.¡Hombre! Dejaos acompañar por la suave marea del ritmo de los retoños, las hojas y las flores, pues que mida quien tenga medida, nosotros no caed en la soberbia de dar pulso a lo vivo, el sabio trasfondo de nuestro estar tranquiliza, tiene bien escrito el libreto, da en su justa medida lagrimas y sonrisas.
Hay un vientito mudo que mueve el universo, hay un vientito que hoy se me coló en este suspiro.

miércoles, 16 de enero de 2008

Retomando el Búho y la Calandria

Quisiera retomar el texto que subió Máximo. Muy sugerente, provocador diría.
Varias veces lo he leído y por lo pronto me parece que puedo aportar algunas reflexiones que abran nuevas líneas para analizar.
¿Son tan diferentes, tienen tanto contraste el Búho y la Calandria? En todo caso: ¿Cuál, si esto ocurre, condiciona a cuál? ¿Por qué?
El Búho, ave nocturna que "ve" de noche, es decir, en la oscuridad, lleva una vida tensa, de eterna vigilia. Es que en la oscuridad el peligro acecha, los contornos pierden definición, el alimento implica aventura y riesgo.
Pero el Búho, que se alimenta de noche, debe también pasar el día, hasta podríamos decir, sufrirlo. Es que para quien está acostumbrado a "vivir de noche", mucha luz puede enceguecer.
Su habilidad se manifiesta en la oscuridad, ese es su mundo, pero también suele ser su universo.
El Búho no canta, emite sonidos para defenderse, marcar territorio o aparearse. Su voz denota un andar solitario, lento, precavido.
Es que el Búho debe otear el horizonte, animarse a sitios sin explorar, debe ir más allá. Tanta tensión hace necesaria la pausa, el análisis de situación.
En este contexto, no es tan sencillo vivir de a dos.
La Calandria, por su parte, emite un canto subyugante, dulce, conmovedor. Es que el campo sin trinos suena a "hueco"; algo no está bien.
Su mundo es diurno, y despierta con los rayos del sol. Este sol que alumbra, pero también que pone todo en evidencia. Los peligros que en la noche están al acecho, aquí son certeza evidente.
No es fácil moverse de día, en especial cuando uno "ve" que no está solo, y que la propia existencia es una más entre tantos miles que vuelan por allí. El canto de la Calandria es un canto más, y sin embargo, aún así, es único. ¿Lo sabrá?
El problema también es que mucha luz enceguece, deslumbra, provoca espejismos, distorsiona. Muchas "Calandrias" son las que se obnubilan con las "luces"... hasta que se apagan.
La Calandria vive sumergida entre los cantos, es decir, en el ruido, y despertarse en el silencio de la noche, "en la silenciosa oscuridad", puede resultarle ensordecedor.
El Búho duerme de día, la Calandria de noche y por eso ninguno de los dos puede tener una visión holística de la realidad. Siempre, Búho o Calandria, algo falta.
Y entonces yo me pregunto: ¿Que pasaría si en un tiempo meridiano (¿La penunbra del amancer o del crepúsculo, tal vez?), donde no haya demasiada luz, pero tampoco tanta oscuridad, ambos decidieran dia-logar?
Sería un camino largo, lento, dificultoso. Un andar de desprendimiento y aprendizaje. Cada uno deberá callar, conocer y reconocer el mundo del otro. Cada uno deberá salirse de sí para ir al encuento de la alteridad.
Pero claro, estamos hablando de verdadero diálogo, no de discusión, imposición o disputa. No se trata de convencer al otro de las bondades de "mi mundo", sino de darle a conocer el mismo.
Un diálogo con orejas grandotes, y con las dos orejas, y con una sola boca pequeña, muy pequeñita.
Parece como que si en este diálogo la visión del mundo pudiese ser más completa, por lo tanto, más compleja. Acaso desde aquí nazca la fraternidad verdadera, profunda, irreductible.
El Búho y la Calandria podrían quizás descubrir que sus mundos no son síno el mismo e idéntico mundo, pero con otras condiciones, con diferentes condimentos.
¿Son tan diferentes el Búho y la Calandria? NO, solo que ellos aún no se han dado cuenta. Y lo más interesante, ninguno condiciona al otro, los dos son condicionados y necesarios, pues ¿Qué sería de la vida sin el canto? ¿Que sería de la vida también sin poder otear la oscuridad, el buscar e ir más allá?
Decía un gran filósofo contemporáneo, Jauretche, en una exposición luego traducida en un texto muy interesante: "Nos quieren ver tristes, porque un pueblo triste es un pueblo sometido, fácil de dominar; por eso vamos cantando a la lucha..."
¿El Búho o la Calandria? En realidad, yo creo que LA VIDA... pero cantando.